En el universo televisivo, hay comedias épicas, y luego están Frasier y Seinfeld. Ambas son icónicas, pero cuando se trata de coronar al rey de la comedia, Frasier se lleva el pastel con una elegancia digna de un psiquiatra radiofónico bebiendo una copa de Sherry al llegar a casa.

Empecemos hablando de sofisticación. Frasier es como esa taza de café perfectamente preparada en una cafetería boutique, mientras que Seinfeld es más como una taza de café de máquina en una gasolinera de carretera secundaria. Ambas hacen su trabajo, pero la primera, definitivamente, tiene más clase. Frasier Crane, con su refinado gusto por el vino y la ópera, hace que reírse con clase sea posible. En el otro lado, Jerry Seinfeld y su pandilla se enredan en situaciones que hacen que uno se pregunte si realmente han superado la adolescencia.

Luego están los temas de conversación entre los protagonistas. Frasier lleva la comedia familiar a otro nivel: mientras Frasier y Niles discuten sobre quién interpreta mejor a Gustav Mahler, Jerry y George debaten sobre la colocación del segundo botón de una camisa. Según Jerry, si el botón está demasiado alto, parece que estás «asustado», y si está demasiado bajo, pareces «demasiado relajado». No olvidemos a Martin Crane y su silla reclinable, un símbolo de resistencia frente a la opresión estética de sus hijos que contrasta con la impersonal mesa del apartamento de Jerry donde todo su grupo se reúne para conversar sobre temas intrascendentes. […] Jot Down Cultural Magazine Leer más